

Valentino Rossi: “No soy ningún rebelde, pero me gusta vivir según mis reglas”.
Hace 10 años que comenzó a ser una leyenda. Hoy, siete títulos mundiales después, Valentino Rossi aspira a recuperar su trono. Pero los años no pasan en balde... El italiano habló con MAN en exclusiva de una carrera, y una vida, dedicada a la velocidad.
El número 46 que heredó de su padre; su título de ‘Doctor’, recogido de las ‘páginas amarillas’ de Urbino; sus cortes de pelo, sus looks improvisados; su atrezo; su perpetua mueca; sus madrugadas de carrera desvelado colocando las pegatinas de la moto; la pollería Osvaldo de su colega; el séquito de fans que le persigue por los paddocks; sus siete títulos mundiales, claro… Todo está ya en el desván de la leyenda. Diez años, desde su primer título en 125 cc, acumulando cajas llenas, anécdotas, resultados… Ahí está el Valentino Rossi de hoy, probablemente el mejor piloto de la historia. Según quién responda. Si son los aficionados, ni lo dudarán.Por todo esto cuesta acercarse al italiano. Ha llegado a un punto en el que su historia personal es conocida y repetida. Ahí está el palmarés que dice que ha ganado siete Mundiales, cinco de ellos en la máxima categoría. Ahí está la expectación que nadie iguala. Ahí están las vallas que acordonan en cada gran premio el box de Yamaha del acoso incansable de sus seguidores. Y ahí está Rossi, 28 años ya, volviendo esta temporada de nuevo a tener que demostrar que sigue siendo el mejor.Pero todo esto, todas estas estanterías y vitrinas atiborradas del trastero de su carrera, guardan ahí también a un antiguo Rossi, al excéntrico, al peleón, al de siempre. Ésa es la impresión que queda tras entrevistar a Valentino. Mira a los nuevos príncipes que han llegado a su reino, a Stoner, a Pedrosa, y les envidia porque tienen 20 años, porque empiezan, porque aún tienen sueños. “Cuando tienes 28 años no eres mayor, pero sientes envidia por cualquiera que tenga 14 o 15 años, porque están empezando y la vida es mucho más sencilla”, asegura el piloto, serio, y cansando también. A Rossi, en cambio, dice, no le quedan sueños. “Lo tuve cuando era un niño, que era ser campeón del mundo, así que mi sueño está hecho”. Según lo explica, suena a canción triste, a nostalgia, a postal en blanco y negro. Como cuando Springsteen canta Glory days y hay un hombre sentado en un bar recordando tardes triunfales en estadios llenos. Pero sin béisbol. Y es raro, sobre todo, porque Rossi está a años luz de esa estampa. “No es triste. Es simplemente que no necesito tener un sueño, para mí no es importante. Ahora pienso en nuevos retos, como cambiar de clase, cambiar la moto o cambiar el deporte, no sé… Pero los sueños se han terminado”.Ha pasado una década desde que el piloto de Urbino ganase su primer Mundial. Así hace balance de este tiempo: “He cambiado mucho. En primer lugar, he crecido desde que gané el primer campeonato, cuando tenía 17 años. Así que ha pasado mucho tiempo desde entonces. Además liderando y trabajando en las carreras durante tanto tiempo uno aprende a trabajar y vivir aquí intentando minimizar los problemas. Y la experiencia ha cambiado. Pero al final lo que importa, que es el sabor de las carreras y de la competición, sigue siendo más o menos el mismo”.Valentino creció mamando velocidad. Su padre, Graciano, pilotaba motos. Y él lo hizo muy pronto. Al tiempo que aprendía a andar lo hacía también a sujetar un volante. Se desvirgó en los karts, pero cuando la afición empezaba a ir a más, su padre se lo cambió por las minimotos –más baratas, menos golpe para el presupuesto familiar–. Sobre las dos ruedas siguió. Hasta hoy.
“Todo el mundo es adicto a algo, y para mí la velocidad y la competición con otros pilotos es el mayor desafío y la mayor emoción”, asegura Rossi, que además confiesa que es aquí “donde está mi talento. El resto de mi vida no está mal. Es normal. Tengo una buena novia, buenos amigos… Mi vida está bien. Pero mi gran pasión está en conducir”.Vive entre Londres y el mundo, entre los arrumacos de su perro Guido y los que le dedica su chica en la caravana ambulante que es su casa buena parte del año. “Sobre todo en Europa, ni siquiera piso los hoteles. Me quedo en mi motorhome. Al final de un largo día, la soledad está muy bien. Me gusta esa tranquilidad”.Mientras amenaza el récord de 90 victorias de Ángel Nieto, este Mundial es importante para el italiano. El año pasado, entre caídas y problemas con la moto, perdió su número uno. Así que después de cinco años ganando de calle, ahora vuelve a tener alicientes. ¿Y algo que demostrar, también? “No, ya no corro para demostrar nada, porque yo ya he ganado mucho”. ¿Y algo que aprender, entonces? “Sí, siempre, porque la moto cambia mucho, las ruedas cambian, y tienes que perfeccionar y cambiar tu estilo de pilotaje”.Valentino ha cambiado. No hay duda. Es más adulto, más serio, menos gamberro. Antes le decían que era Peter Pan y le gustaba. Hoy lo de negarse a crecer no julio 2007 man 117 le va tanto. “Como cualquier otro, no creo que más”, se limita a sacudirse el tema. Ni la rebeldía de antaño parece la misma. “No soy muy rebelde. Quiero decidir qué hago en mi vida, simplemente, pero no soy rebelde”, vuelve a sacudirse. Aunque, astuto, se rehace y suelta: “Me gusta vivir con mis reglas”.Ahí vuelve el Valentino de siempre, el de leyenda, ése al que es complicado saber qué preguntarle porque ya le han preguntado de todo. Es el Valentino del espectáculo. El famoso que hace esto “aunque se haya convertido en mi trabajo, siempre por divertirme”. Es el piloto que habla con su moto la noche antes, aunque ella ya “no habla mucho, pero da señales”. Y es el hombre creyente y católico que reza antes de montar, y cuya fe trasciende los circuitos porque “es algo de mi vida que no tiene que ver con las carreras de motos”.Bendito Valentino. Por fin la cara más maldita. Por fin aflora el Rossi al que nos acercábamos. Aunque esté en otro punto ya. Aunque sea más serio, menos rebelde, más castigado, menos fresco. Otro Valentino que viene. ¿O es el mismo oculto? Porque durante todo este tiempo, más de diez años, no ha dejado la risa. “La tristeza y no sonreír es algo aburrido. Trato de hacerlo incluso cuando van mal las cosas. Es mi actitud. No sé comportarme de otra manera. Así que intento estar contento siempre”.
“Todo el mundo es adicto a algo, y para mí la velocidad y la competición con otros pilotos es el mayor desafío y la mayor emoción”, asegura Rossi, que además confiesa que es aquí “donde está mi talento. El resto de mi vida no está mal. Es normal. Tengo una buena novia, buenos amigos… Mi vida está bien. Pero mi gran pasión está en conducir”.Vive entre Londres y el mundo, entre los arrumacos de su perro Guido y los que le dedica su chica en la caravana ambulante que es su casa buena parte del año. “Sobre todo en Europa, ni siquiera piso los hoteles. Me quedo en mi motorhome. Al final de un largo día, la soledad está muy bien. Me gusta esa tranquilidad”.Mientras amenaza el récord de 90 victorias de Ángel Nieto, este Mundial es importante para el italiano. El año pasado, entre caídas y problemas con la moto, perdió su número uno. Así que después de cinco años ganando de calle, ahora vuelve a tener alicientes. ¿Y algo que demostrar, también? “No, ya no corro para demostrar nada, porque yo ya he ganado mucho”. ¿Y algo que aprender, entonces? “Sí, siempre, porque la moto cambia mucho, las ruedas cambian, y tienes que perfeccionar y cambiar tu estilo de pilotaje”.Valentino ha cambiado. No hay duda. Es más adulto, más serio, menos gamberro. Antes le decían que era Peter Pan y le gustaba. Hoy lo de negarse a crecer no julio 2007 man 117 le va tanto. “Como cualquier otro, no creo que más”, se limita a sacudirse el tema. Ni la rebeldía de antaño parece la misma. “No soy muy rebelde. Quiero decidir qué hago en mi vida, simplemente, pero no soy rebelde”, vuelve a sacudirse. Aunque, astuto, se rehace y suelta: “Me gusta vivir con mis reglas”.Ahí vuelve el Valentino de siempre, el de leyenda, ése al que es complicado saber qué preguntarle porque ya le han preguntado de todo. Es el Valentino del espectáculo. El famoso que hace esto “aunque se haya convertido en mi trabajo, siempre por divertirme”. Es el piloto que habla con su moto la noche antes, aunque ella ya “no habla mucho, pero da señales”. Y es el hombre creyente y católico que reza antes de montar, y cuya fe trasciende los circuitos porque “es algo de mi vida que no tiene que ver con las carreras de motos”.Bendito Valentino. Por fin la cara más maldita. Por fin aflora el Rossi al que nos acercábamos. Aunque esté en otro punto ya. Aunque sea más serio, menos rebelde, más castigado, menos fresco. Otro Valentino que viene. ¿O es el mismo oculto? Porque durante todo este tiempo, más de diez años, no ha dejado la risa. “La tristeza y no sonreír es algo aburrido. Trato de hacerlo incluso cuando van mal las cosas. Es mi actitud. No sé comportarme de otra manera. Así que intento estar contento siempre”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario